Oscar Wilde fue un
maravilloso narrador de cuentos cortos, su fina elegancia y su agudo ingenio lo
hicieron destacar en el siglo XIX por esto se convierto en algo de gusto para
el público inglés y en el resto de Europa y del mundo.
Cuarenta años después de su
muerte el 30 de noviembre de 1900 sus obras siguen siendo de las más populares
en todo el mundo se le comparo con Shakespeare por su habilidad de mezclar toda
su finitura e ingenio para crear a través de lo narrativo, sensaciones y
sentimientos comparables a la vida y a la literatura que se encuentra a nivel
universal.
El gigante egoísta
Esta historia trata de un
gigante que era dueño de un hermoso jardín al que los niños solían ir a jugar
después de clases, pero este gigante era muy egoísta y un día después de llegar
de viaje de casa de su amigo el ogro encontró a los niños jugando en el jardín,
los corrió y levanto una gran barda en la que puso un letrero que prohibía
entrar a las personas y que serían castigadas.
Lo que no sabía el gigante
era que el jardín era hermoso debido a que los niños al estar ahí hacían que
con sus risas y felicidad el jardín fuera hermoso, al cerrar la barda solo
había invierno, granizo, viento, escarcha...
La primavera ya estaba en todo el
país excepto en el jardín del gigante.
Un día el gigante escucho un
pájaro cantar y corrió a asomarse y se dio cuenta que el jardín florecía de
nuevo pero era debido a que los niños entraban al jardín por un hoyo en la
barda, el gigante se dio cuenta que había sido muy egoísta y que estaba
equivocado al pensar que el jardín era solo de el.
En una esquina del jardín
había aun invierno y un niño que lloraba por que no se podía subir al árbol el
gigante salió y subió al niño, así los demás se dieron cuenta que el gigante no
era malo, todos los niños jugaron con el gigante excepto aquel chiquillo.
Así pasaron los años y los
niños seguían en el jardín después de clases jugando con el gigante, pero aquel
niño que el gigante subió al árbol no.
Volvió entonces una mañana el gigante y lo miro en
el árbol y salió corriendo, cuando se acerco a el niño, estaba lleno de heridas. Impresionado, el
gigante le dijo que mataría a el que lo había herido pero el niño le contesto
que no, porque todas sus heridas, eran heridas de amor y el gigante le pregunto que quien era y se
arrodillo frente a él y el niño le dijo:
-un día tú me dejaste jugar
en tu jardín ahora yo te llevare a mi paraíso
Cuando los niños llegaron a
jugar el gigante estaba muerto rodeado de flores blancas.
Wilde nacio en
Doublin (Irlanda) el 16 de octubre de 1854, en el seno de una familia acomodada con
buenos fundamentos culturales.
Poeta, ensayista, novelista
y dramaturgo, estudió en el Trinity College de Doublin y posteriormente en la
Universidad de Oxford, gracias a una beca obtenida por sus brillantes trabajos
en latín y griego.
A los 24 años obtuvo el
título de Bachelor of Arts con máximos honores. De allí en adelante, ya
instalado en Londres, publicó obras de gran fama, en poesía, novela, ensayo y
teatro, tales como, Poemas 1881, El fantasma de Canterville 1887, El retrato de
Dorian Gray 1891, El abanico de Lady Windermere, 1892, Una mujer sin
importancia 1893, La importancia de llamarse Ernesto 1895 y La balada de la
cárcel de Reading 1898.
En 1895, fue condenado a dos
años de cárcel por sus relaciones homosexuales con el hijo del Marqués de
Queensberry. Recobrada la libertad, se instaló en Paris bajo el nombre de Sebastian
Melmoth. Allí falleció el 30 de noviembre de 1900.
Algunos de sus poemas
Mi voz
En este mundo inquieto, moderno, apresurado,
tomamos todo aquello que nuestro corazón deseaba -tú y yo,
y ahora las velas blancas de nuestro barco están arriadas
y agotada la carga del navío.
Por ello, prematuras, empalidecen mis mejillas,
pues el llorar es mi contento huido
y el dolor ha apagado el rosa de mi boca
y la ruina corre las cortinas de mi lecho.
Pero toda esta vida atiborrada ha sido para ti
solamente una lira, un laúd, el encanto sutil
del violoncello, la música del mar
que duerme, mímico eco, en su concha marina.
A mi mujer
No puedo escribir majestuoso
proemio
como preludio a mi canción,
de poeta a poema,
me atrevería a decir.
Pues si de estos pétalos
caídos
uno te pareciera bello,
irá el amor por el aire
hasta detenerse en tu
cabello.
Y cuando el viento e
invierno endurezcan
toda la tierra sin amor,
dirá un susurro algo del jardín
y tú lo entenderás.
Apología
¿Es tu voluntad que yo crezca y decline?
Trueca mi paño de oro por la gris estameña
y teje a tu antojo esa tela de angustia
cuya hebra más brillante es día malgastado.
¿Es tu voluntad -Amor que tanto amo-
que la Casa de mi Alma sea lugar atormentado
donde deban morar, cual malvados amantes,
la llama inextinguible y el gusano inmortal?
Si tal es tu voluntad la he de sobrellevar
y venderé ambición en el mercado,
y dejaré que el gris fracaso sea mi pelaje
y que en mi corazón cave el dolor su tumba.
Tal vez sea mejor así -al menos
no hice de mi corazón algo de piedra,
ni privé a mi juventud de su pródigo festín,
ni caminé donde lo Bello es ignorado.
EL RUISEÑOR Y LA ROSA. OSCAR
WILDE. CUENTO. NARRADO…
Vídeo de Carlos Eduardo
Julián
EDUARDO JULIÁN NARRA ESTE
POEMA DE OSCAR WILDE, EL RUISEÑOR Y LA ROSA
Fuente You Tube
Otros poemas del autor
Hélas!
Con cada pasión a la deriva hasta que mi alma
sea un laúd en cuyas cuerdas todos los vientos tañen.
¿Para esto renuncié
a mi sabiduría antigua ya mi austero control?
Mi vida es un palimpsesto
garabateado en alguna vacación de muchacho
con canciones ociosas para flauta y rondó
que solamente ocultan el secreto del todo.
Por cierto que hubo un tiempo cuando osé pisar
las alturas soleadas y de las disonancias de la vida
logré claros acordes para llegar al oído de Dios.
¿Está muerto ese tiempo? Mirad, con mi pequeña vara
apenas toqué la miel del romance,
¿y debo yo perder la herencia de un alma?
Impression de voyage
Era un mar de zafiro y el cielo
ardía en el aire como ópalo candente;
izamos nuestra vela; soplaba bien el viento
hacia tierras azules situadas en el Este.
Desde mi proa alta divisé a Zakynthos:
cada bosque de olivos, cada cala,
las escarpas de Ithaca, el blanco pico de Lycaon,
y flores esparcidas en colinas de Arcadia.
El batir de la vela contra el mástil,
el rumor de las olas contra el casco,
rumor de risas jóvenes en la popa,
todo lo que se oía, al comenzar a arder el Oeste.
Y un rojo sol cabalgó por los mares.
Pisaba, al fin, el suelo griego.
Fuentes:
Wikipedia
Investigo.net
Imágenes de la red
Hasta la próxima
Carivano