Escrito por Alfonso Elizondo
El ser humano promedio nunca
ha estado consciente de que vive en un mito permanente durante toda su vida y
lo mismo sucede con sus generaciones anteriores y posteriores, ya que las
principales vivencias domésticas, sus conflictos emocionales y sus acciones
sobrevivenciales dominan por completo el panorama de su vida y no le permiten
hurgar en problemas más profundos como los referentes al origen de la vida, la
existencia de seres superiores y en general todo tipo de inquietudes
metafísicas.
Hago esta reflexión debido a
que el mundo actual, sin excepción, está experimentando un cambio muy profundo
en su concepción de la realidad, sin que pueda percatarse, ya que la mayoría de
los seres humanos agota la mayor parte de su tiempo en la búsqueda del éxito
material, el control de sus emociones y una visión del futuro a muy corto
plazo. Todo ello en un contexto muy limitado de seres humanos en contacto con
nosotros que son principalmente familiares y amigos, en un espacio físico que regularmente
no alcanza a otros países y dentro de una valuación sobre estimada de nuestra
propia capacidad e inteligencia.
Los enormes cambios que
ahora mismo ocurren en todas las regiones del mundo parecen no ser visibles
para la gran mayoría de los seres humanos, por lo que me voy a referir a una
etapa de la sociedad humana en particular, cuando ocurrió un gran cambio de
paradigmas y de mitos en tan solo un siglo y mediante la acción de unas cuantas
personas. Me quiero referir al siglo I a.C del Gran Imperio Romano, cuando se
acabó el mito de la vida política republicana con más de 500 años de vida que
había sido heredada de Grecia y fue desechada en tan solo 40 años que duró el
reinado de Cesar Augusto.
A mediados del siglo II a.C.
había un clima de gran agitación hacia el interior de Roma que culminó con los
asesinatos de los Graco. Quienes eran dos hermanos con ideas avanzadas que en
su calidad de Tribunos de la Plebe reclamaban una ‘reforma agraria’ donde
hubiese una distribución gratuita de tierras entre los ciudadanos más pobres de
Roma, en perjuicio de los poderosos terratenientes. Razón por la cual ambos
hermanos fueron asesinados.
Con la muerte violenta de
los Graco se inició el siglo I a.C que fue el más terrible de la historia de
Roma. En ese siglo Roma se llenó de sangre con guerras civiles interminables,
cuya causa era justamente su inmenso poder y sus enormes dominios
territoriales. Las instituciones republicanas que habían servido durante 500
años se volvieron insuficientes para administrar sus posesiones que iban desde
Normandía a Africa del Norte y desde la Hispania visigótica hasta Bizancio.
Los romanos habían hecho
leyes para evitar que un solo hombre ostentase el poder absoluto, pero los
generales romanos se habían vuelto muy poderosos y apoyados por sus legiones y
por los recursos de las provincias que gobernaban se peleaban entre ellos para
alcanzar el poder único. Así lo hicieron Mario y Sila, luego César y Pompeyo y
al final Antonio y Octavio.
De modo que al final de ese
período de luchas destaca la figura de Julio César, quien consiguió concentrar
en su mano todos los poderes políticos existentes. Pero Roma no estaba lista
aún para este cambio y Julio César fue asesinado por un numeroso grupo de
senadores en el año 44 a.C. Dejando como único heredero al joven Cayo Octavio
que luego se convirtió en César Augusto, defraudando a Marco Antonio quien era
su sucesor natural. Aunque Cayo Octavio solo tenía 18 años y era un pariente
lejano de Julio César, resultó ser la persona idónea que Roma requería. Octavio
gobernó Roma junto a Marco Antonio hasta que se deshizo de éste en la famosa
victoria de Egipto sobre Marco Antonio y Cleopatra en el año 31 a.C, dejando a
Roma solo en sus manos.
Pero Augusto nunca lo aceptó
y poco a poco fue edificando el Imperio, diciendo que las modificaciones que
establecía eran para mejorar el funcionamiento de la República. De modo que
durante los 40 años de su reinado fue espaciando con cuidado las reformas de
forma lenta y escalonadas. Llegando en ocasiones a fingir que abandonaba la
vida pública para devolver la normalidad a la República, pero los ciudadanos y
los mismos senadores sabían que sin él volverían a la Guerra Civil por lo que
le suplicaron que renovara su mandato. No obstante él solo aceptó una prórroga
temporal y tardó mucho tiempo en aceptar un poder indefinido del Senado.
El Senado le concedió el
título religioso de Augusto en el año 27 a.C y su nombre pasó a ser el del
octavo mes del año. Como Augusto sabía bien que los romanos detestaban la
monarquía combinó con inteligencia la tradición y el cambio al crear una nueva
forma de gobierno en la que el emperador no sería un rey, sino el primero de
los senadores destinados a velar por todos ellos.
El reinado de Augusto inició
la época más brillante de la cultura romana con figuras como Virgilio, Ovidio y
Tito Livio, cuyas obras constituyen el período del clasisismo más puro en el
arte. Una edad dorada que será recordada por los autores de todas las épocas.
Adenda: Ahora mismo se
inicia el fin del mito de la república federal de los Estados Unidos que no ha
durado tanto como el de la República Romana. Pero al frente de ese gran desafío
no está una persona inteligente y justa como lo fue César Augusto, sino un personaje
que está enamorado de sí mismo y de todos los que como él, consideran que los
valores éticos y las relaciones entre los seres humanos solo son parte de un
‘reality show’ que nunca termina.
Fuente: Sesgo Fundación
Internacional.
Texto: Autor Alfonso
Elizondo
Imagen de la red
Hasta la próxima
Carivano