Por los caminos de Charles Bukowski

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Charles Bukowski, bautizado como Heinrich Karl Bukowski (Nació en Andernach; 16 de agosto de 1920 - Murió en Los Ángeles; 9 de marzo de 1994), fue un escritor y poeta estadounidense nacido en Alemania.

A menudo fue erróneamente asociado con los escritores de la Generación Beat, debido a sus similitudes de estilo y actitud. La escritura de Bukowski está fuertemente influida por la atmósfera de la ciudad donde pasó la mayor parte de su vida, Los Ángeles. 


Charles Bukowski es conocido como el último de los poetas malditos. Entre trabajos comunes, botellas de vino y vodka, cigarrillos y puros, se ganó la fama de uno de esos poetas que escribía por gusto y vivía por placer. El 9 de marzo murió y fue enterrado bajo el epitafio ‘Don’t Try’.
Su trabajo se compone de tantos datos biográficos como ficcionales que describen tanto la obra como el mito de Bukowski. Nació en Andernach, Alemania, a mediados de 1920, pero por problemas económicos y los resquicios de la guerra, tuvo que emigrar, junto a su familia a Estados Unidos. Allí se establecieron en un suburbio de Los Ángeles.

Su padre era un malhumorado de tiempo completo y a causa de la depresión económica de Estados Unidos, dedicaba su desempleo a arruinar la tranquilidad de su hijo. Pero no solo el padre tenía ese empeño, así lo hace ver Bukowski en su novela La senda del perdedor, en la que retrata un terrible acné que ni los médicos podían tratar y el cual le produjo las cicatrices del rostro.

Entro a estudiar periodismo pero no se graduó porque conoció el vino. “Era mágico. ¿Por qué nadie me lo había dicho? Con esto, la vida era maravillosa, un hombre era perfecto, nada lo podía tocar”, escribió en la Senda del perdedor, en el relato de su primer sorbo de vino.

Desde esa primera botella no pudo abandonarlo. Renunció a la Universidad y se dedicó a escribir en una pequeña máquina y consiguió un trabajo de cartero que le permitía pagar el arriendo y comprar licor. Trató de publicar en varias revistas pero en varias fue rechazado.

Su obra se componía principalmente de personajes marginados, prostitutas, borrachos, pandilleros, habitantes de calle, jugadores, fracasados, drogadictos y una infinidad de seres protagonistas de la escena del bajo mundo e invisible de la ciudad.

“Me gusta cambiar de licorería con frecuencia porque los empleados aprenden tus hábitos si vas día y noche y compras en gran cantidad. Puedo verlos preguntándose por qué todavía no estoy muerto, y eso me hace sentir incómodo. Probablemente no piensen nada de eso, pero un hombre se vuelve paranoico cuando tiene 300 resacas al año”, escribió en Mujeres.

Por el alcoholismo crónico, a los 32 años fue internado en un hospital por una fisura en su hígado causada por el licor. El médico le dijo que tenía que dejarlo para no enfermar, al poco tiempo descubrió que no era necesario hacerlo para seguir viviendo.

Para mediados de 1950, Bukowski escribió varios libros de poemas con los que empezó a ganar cierta popularidad en el mundo intelectual. Uno de ellos es Flower, Fist, and Bestial Wail (1959). Fue uno de ellos en los que logró plasmar sus versos.

Uno de esos poemas se los dedicó, entre sexo, alcohol y mujeres, a un gato. Un felino que llevaba una vida igual a la de Bukowski, llena de golpes. El animal llegó a su puerta y el escritor lo dejó entrar y lo mantuvo. Un día un amigo lo atropelló y el animal perdió la movilidad de las piernas, con la ternura que jamás había expresado en alguno de sus personajes, dijo que cuidó al animal hasta que logró recuperarse.

A mediados de los 80, el escritor experimentó en el cine, no le fue bien, pero por su fama algunos escritores creían que podría producir un buen guión. Primero colaboró para una película llamada Ordinaria Locura, de la cual despotricó después de su premiere. Luego, con la amistad ganada de Sean Penn, decidió crear una adaptación de La senda del perdedor que se llamó Barfly, una película con poco éxito pero digna del cine de culto.

Junto a la amistad con Sean Penn empezó a conocer el mundo de las estrellas, junto a Arnold Schwarzenegger  y Madonna. De esos días en la alcurnia salió otra de sus novelas, llamada Hollywood. Hasta ese momento empezó a tener algo de reconocimiento económico, sus novelas se publicaron en Alemania y era comparado con Jack Kerouac, William Burroughs o hasta Henry Miller.

Con esas referencias, a mediados de sus sesenta años fue cuando empezó a solventar su precariedad económica. Pero ya eran sus últimos años, enfermo por su desecho hígado y una infección ocular que lo dejó sin la posibilidad de escribir durante varios años. Murió finalmente por una leucemia a los 74 años, poco después de terminar su novela Pulp.


"La obra de Charles Bukowski recibió tantas críticas negativas como positivas. Se le acusó de practicar un estilo soez como mero exhibicionismo literario y de reiterar sus obsesiones de modo efectista. Otros críticos, en cambio, realzaron su autenticidad y su condición de escritor maldito."




¿ASÍ QUE QUIERES SER ESCRITOR?

Charles Bukowski

Si no te sale ardiendo de dentro,

a pesar de todo,

no lo hagas.

A no ser que salga espontáneamente de tu corazón

y de tu mente y de tu boca

y de tus tripas,

no lo hagas.

Si tienes que sentarte durante horas

con la mirada fija en la pantalla del ordenador

o clavado en tu máquina de escribir

buscando las palabras,

no lo hagas.

Si lo haces por dinero o fama,

no lo hagas.

Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,

no lo hagas.

Si tienes que sentarte

y reescribirlo una y otra vez,

no lo hagas.

Si te cansa sólo pensar en hacerlo,

no lo hagas.

Si estás intentando escribir

como cualquier otro, olvídalo.

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,

espera pacientemente.

Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.

Si primero tienes que leérselo a tu esposa

o a tu novia o a tu novio

o a tus padres o a cualquiera,

no estás preparado.

No seas como tantos escritores,

no seas como tantos miles de

personas que se llaman a sí mismos escritores,

no seas soso y aburrido y pretencioso,

no te consumas en tu amor propio.

Las bibliotecas del mundo

bostezan hasta dormirse

con esa gente.

No seas uno de ellos.

No lo hagas.

A no ser que salga de tu alma

como un cohete,

a no ser que quedarte quieto

pudiera llevarte a la locura,

al suicidio o al asesinato,

no lo hagas.

A no ser que el sol dentro de ti

esté quemando tus tripas, no lo hagas.

Cuando sea verdaderamente el momento,

y si has sido elegido,

sucederá por sí solo y

seguirá sucediendo hasta que mueras

o hasta que muera en ti.

No hay otro camino.


Y nunca lo hubo.






                                        Bukowski (a la izquierda) en su casa de San Pedro en 1990, con los escritores 
                                        Mary Ann Swissler yMat Gleason.


Fue un autor prolífico, escribió más de cincuenta libros, incontables relatos cortos y multitud de poemas. A menudo es mencionado como influencia de autores contemporáneos y su estilo es frecuentemente imitado. Murió de leucemia en 1994, a la edad de 73 años. Hoy en día es considerado uno de los escritores estadounidense más influyentes y símbolo del "realismo sucio" y la literatura independiente.



La tragedia de las hojas



Me desperté en medio de la resaca

y los helechos estaban muertos

las plantas amarillas como maíz en sus potes

mi mujer se había ido

y las botellas vacías como cadáveres desangrados

me rodeaban con su inutilidad: sin embargo seguía

brillando el sol

y la nota de mi casera estaba arrugada en una amarillez
agradable e inofensiva;

ahora lo que necesitamos

era un buen comediante, al viejo estilo,

un bufón con bromas sobre el dolor absurdo;

el dolor es absurdo porque existe y nada más;

me afeité cuidadosamente con una máquina vieja

el hombre que una vez fue joven y se decía

que era un genio; pero

esa es la tragedia de las hojas,

de los helechos muertos, de las plantas muertas:

y me dirigí a la oscura sala

donde estaba la casera

terminante y cargada de maldiciones

mandándome al infierno

agitando sus brazos gordos y sudorosos
y gritando

pidiendo a gritos el alquiler

porque el mundo nos había fallado a los dos.


Charles Bukowski
Traducción y versión:

Benito Mieses



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“A veces te subes a la cama por las mañanas y piensas, “no voy a lograrlo”, pero te ríes por dentro, recordando todas las veces que te has sentido de esa manera”

Si tienes la oportunidad de amar, ámate a ti mismo”

Creo que la única vez que las personas piensan en la injusticia es cuando les ocurre a ellos”

“En las trincheras no hay ángeles”

“La civilización es una causa perdida; la política, una absurda mentira; el trabajo, un chiste cruel”


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“Ella era un alma más o menos buena, pero el mundo está lleno de almas más o menos buenas y mira donde estamos”



“A veces miro mis manos y me doy cuenta de que podría haber sido un gran pianista o algo así. Pero, ¿qué han hecho mis manos? Rascarme las pelotas, firmar cheques, atar zapatos, tirar de la cadena de los inodoros, etc. He desaprovechado mis manos. Y mi mente.”

“Si quieres saber quiénes son tus amigos de verdad, consigue que te metan en la cárcel”

“Iba muy poco al cine porque me bastaba a mí mismo para asesinar mi tiempo, no necesitaba ayuda extra”

“No era mi día. Ni mi semana, ni mi mes, ni mi año. Ni mi vida. ¡Maldita sea!”



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“Algunas veces la gente insignificante que se queda en un mismo sitio por mucho tiempo, alcanza un cierto poder y prestigio”

“Es bueno sentir hostilidad, mantiene la cabeza despejada”

“El hombre ha nacido para morir.¿Qué quiere decir eso? Perder el tiempo y esperar. Esperar el colectivo. Esperar un par de tetas alguna noche de agosto en un cuarto de hotel en Las Vegas. Esperar que canten los ratones. Esperar a que a las serpientes les crezcan alas. Perder el tiempo”

“La Muerte se está fumando mis cigarros”


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“Cuando el amor se convierte en una orden, el odio puede convertirse en un placer”

“Me da igual lo que hagan conmigo cuando muera; pueden quemarme, pueden hacerme rebanadas, pueden dar mis pelotas a la ciencia, no me importa”

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“Si quieres saber dónde está Dios, pregúntale a un borracho”

“Ningún dolor significa el fin del sentimiento; cada una de nuestras alegrías es un trato con el demonio”

“La fe está bien para los que la tienen, mientras no me la tiren por la cabeza. Tengo más fe en mi plomero que en el ser eterno. Los plomeros hacen un buen trabajo. Dejan que la mierda fluya”

“Siempre habrá dinero y putas y borrachos, hasta que caiga la última bomba”

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“Más de un hombre bueno ha acabado en el arroyo por culpa de una mujer”



“Si eres un fracasado, es muy probable que seas un excelente escritor”

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“El camino del infierno estará lleno de compañía, pero aún así será tremendamente solitario”

“Casi todos nacen genios y los entierran tontos”

“Prefiero oír hablar de un vagabundo norteamericano de hoy que de un dios griego muerto”

“Me parece que la vida está totalmente desprovista de interés, y esto lo sentía especialmente cuando trabajaba ocho horas por día. La mayor parte de los hombres trabajaban ocho horas al día, y tampoco ellos aman la vida. No hay ninguna razón para amar la vida para alguien que trabaja ocho horas al día, porque es un derrotado”


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“Si ocurre algo malo, bebes para olvidar, si ocurre algo bueno, bebes para celebrarlo, y si no pasa nada, bebes para que pase algo”

“La vida es todo lo agradable que se lo permitas”

“La diferencia entre una democracia y una dictadura consiste en que en la democracia puedes votar antes de obedecer las órdenes”


“El amor es para la gente real”


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No hay camino al paraíso, de Charles Bukowski



Yo estaba sentado en un bar de la avenida Western. Era alrededor de medianoche y me encontraba en mi habitual estado de confusión. Quiero decir, bueno, ya sabes, nada funciona bien: las mujeres, el trabajo, el ocio, el tiempo, los perros… Finalmente sólo puedes ir y sentarte atontado, totalmente noqueado, y esperar; como si estuvieses en una parada de autobús aguardando la muerte.

Bueno, pues yo estaba allí sentado y aquí entra una con el pelo largo y moreno, un bello cuerpo y tristes ojos marrones. Yo no di la vuelta para mirarla, seguí con mi vaso. La ignoré incluso cuando vino y se sentó a mi lado a pesar de que todos los demás asientos estaban vacíos. De hecho, éramos las únicas personas que había en el bar sin contar al encargado. Pidió un vino seco. Entonces me preguntó lo que estaba bebiendo.

-Escocés con agua -contesté.

-Y sírvale al señor un escocés con agua -le dijo al cantinero.

Bueno, esto no era muy normal.

Abrió su bolso, cogió una pequeña jaula, sacó de ella unos hombrecitos y los puso sobre la barra. Tenían alrededor de diez centímetros de altura, estaban apropiadamente vestidos y parecían tener vida. Eran cuatro: dos mujeres y dos hombres.

-Ahora los hacen así -dijo ella-. Son muy caros. Me costaron cerca de 2000 dólares cada uno cuando los compré. Ahora ya valen cerca de 2400. No conozco el proceso de fabricación pero probablemente sea ilegal.

Estaban paseando sobre la barra. De repente, uno de los hombrecitos abofeteó a una de las pequeñas mujeres.

-¡Tú, perra! -dijo-. No quiero saber nada más de ti.

-¡No, George, no puedes hacerme esto! -gritaba ella llorando-. ¡Yo te amo! ¡Me mataré! ¡Te necesito!

-No me importa -dijo el hombrecito, y sacó un minúsculo cigarrillo, encendiéndolo con gesto altivo-. Tengo derecho a hacer lo que me dé la gana.

-Si tú no la quieres -dijo el otro hombrecito- yo me quedo con ella, la amo.

-Pero yo no te quiero a ti, Marty. Yo estoy enamorada de George.

-Pero él es un cabrón, Anna, un verdadero cabronazo.

-Lo sé, pero lo amo de todos modos.

Entonces el pequeño cabrón se fue hacia la otra mujercita y la besó.


-Creo que se me está formando un triángulo -dijo la señorita que me había invitado al whisky–. Te los presentaré. Ese es Marty, y George, y Anna y Ruthie. George va de bajada, se lo hace bien. Marty es una especie de cabeza cuadrada.

-¿No es triste mirar todo esto? Eh… ¿Cómo te llamas?

-Dawn. Un nombre horrible, pero eso es lo que a veces les hacen las madres a sus hijos.

-Yo soy Hank. ¿Pero no es triste…?

-No, no es triste mirar todo esto. Yo no he tenido mucha suerte con mis propios amores, una suerte horrible, a decir verdad.

-Todos tenemos una suerte horrible.

-Supongo que sí. De todos modos, me compré estos hombrecitos y ahora me entretengo mirándolos, es como no tener ninguno de los problemas, pero tenerlo todo presente. Lo malo es que me pongo terriblemente caliente cuando empiezan a hacer el amor. Es la parte más difícil para mí.

-¿Son sexys?

-¡Muy, muy sexys! ¡Dios, me ponen de verdad caliente!

-¿Por qué no los pones a que lo hagan? Quiero decir, ahora mismo. Podremos mirarlos juntos.

-Oh, no se pueden manejar, tienen que ponerse a hacerlo por su cuenta.

-¿Y lo hacen a menudo?

-Oh, son bastante buenos. Lo hacen cerca de cuatro o cinco veces por semana.

Mientras tanto, ellos paseaban por la barra.

-Escucha -decía Marty-, dame una oportunidad. Sólo dame una oportunidad, Anna…

-No -decía la pequeña Anna-, mi amor pertenece a George. No puede ser de otra manera.

George estaba besando a Ruthie, acariciando sus pechos. Ruthie estaba empezando a calentarse.

-Ruthie está empezando a calentarse -le dije a Dawn.

-Sí que lo está. Está empezando de verdad.

Yo también me estaba excitando. Abracé a Dawn y la besé.

-Mira -dijo ella-, no me gusta que hagan el amor en público. Me los voy a llevar a casa y que lo hagan allí.

-Pero entonces no podré verlo.

-Bueno, sólo tienes que venir conmigo y podrás.

-De acuerdo -dije- vámonos.

Acabé mi bebida y salimos juntos. Ella llevaba a los hombrecitos metidos en la jaula. Subimos al coche y los pusimos entre nosotros en el asiento delantero. Miré a Dawn. Era realmente joven y bella. Parecía también inteligente. ¿Cómo podía haber fracasado con los hombres? Bueno, había tantos modos de fracasar unas relaciones… Los hombrecitos le habían costado 8000 dólares. Todo eso sólo para alejarse de las relaciones sexuales sin alejarse de ellas. Su casa estaba cerca de las colinas, un sitio agradable. Salimos del coche y fuimos hacia la puerta. Yo llevaba a la gentecilla en la jaula mientras Dawn abría la puerta.

-Estuve oyendo a Randy Newman la semana pasada en el Trobador. ¿Verdad que es grande? -me preguntó.

-Sí que lo es -contesté.

Entramos y Dawn abrió la jaula y los sacó y los puso sobre la mesita de café. Entonces se metió en la cocina y abrió el refrigerador y sacó una botella de vino. La trajo en compañía de dos copas.

-Perdona -dijo- pero pareces un poco chiflado. ¿En qué trabajas?

-Soy escritor.

-¿Y vas a escribir algo acerca de esto?

-Nunca se lo creerá nadie, pero lo escribiré.

-Mira -dijo Dawn-George le ha quitado las bragas a Ruthie. Le está metiendo el dedo. ¿Un poco de hielo?

-Sí, ya lo veo. No, no quiero hielo. El tipo va bien derecho.

-No sé -dijo Dawn-, pero de verdad que me excita mirarlos. Quizás es porque son tan pequeños. Realmente me calientan.

-Entiendo lo que quieres decir.

-Mira, George la está tumbando, se lo va a hacer.

-Sí, allá van.

-¡Míralos!

-¡Dios o la puta!

Abracé a Dawn. Comenzamos a besarnos. Cuando parábamos, sus ojos pasaban de mirarme a mí a mirar a los hombrecitos fornicando, y luego volvía a mirarme de nuevo a los ojos. Yo seguía siempre su mirada.

El pequeño Marty y la pequeña Anna también estaban mirando.

-Mira -decía Marty-, ellos lo están haciendo. Nosotros deberíamos hacerlo también. Incluso las personas grandes van a hacerlo. ¡Míralos!

-¿Oíste eso? -le pregunté a Dawn-. Ellos dicen que vamos a hacerlo, ¿es verdad eso?

-Espero que sea verdad -dijo Dawn.

La tumbé sobre el sofá y le subí la falda por encima de los muslos. La besé a lo largo del cuello.

-Te amo -dije.

-¿De verdad? ¿De verdad?

-Sí, de alguna manera, sí…

-De acuerdo -dijo la pequeña Anna al pequeño Marty- podemos hacerlo nosotros también, pero que quede claro que yo no te quiero.


Se abrazaron en medio de la mesita de café. Yo le había quitado ya a Dawn las bragas. Dawn gemía. La pequeña Ruthie gemía. Marty se la metió por fin a la pequeña Anna. Estaba pasando en todas partes. Me pareció como si toda la gente del mundo estuviese haciéndolo. Entonces me olvidé de toda la otra gente del mundo. Nos fuimos al dormitorio y allí se la metí a Dawn en una larga y tranquila cabalgada…

Cuando ella salió del baño yo estaba leyendo una estúpida historia en el Playboy.

-Estuvo tan bien -dijo.

-Fue un placer -contesté.

Se volvió a meter en la cama conmigo. Dejé la revista.

-¿Crees que nos lo podemos hacer juntos? -me preguntó.

-¿Qué quieres decir?

-Quiero decir que si tú crees que podemos seguir así, juntos, durante algún tiempo.

-No sé. Las cosas ocurren. El principio siempre es lo más fácil.

Entonces escuchamos un grito proveniente de la salita. «Oh oh», dijo Dawn. Se levantó y salió corriendo de la habitación. Yo la seguí.

Cuando llegué, ella estaba sosteniendo a George en sus manos.

-¡Oh, Dios mío!

-Qué ha pasado?

-Anna se lo hizo.

-¿Qué le hizo?

-¡Le cortó las pelotas! ¡George es un eunuco!

-¡Uau!

-¡Tráeme algo de papel higiénico, rápido! ¡Se está desangrando!

-Ese hijo de puta -decía la pequeña Anna desde la mesita de café- si yo no puedo tener a George, nadie lo tendrá.

-¡Ahora las dos me pertenecen! -dijo Marty.

-Ah no, tienes que elegir una de nosotras -dijo Anna.

-¿A cuál prefieres? -preguntó Ruthie.

-Yo las amo a las dos -dijo Marty.

-Ha parado de sangrar -dijo Dawn -se está quedando frío.

Envolvió a George en un pañuelo y lo puso sobre el mantel.

-Quiero decir -dijo Dawn-que si tú crees que lo nuestro no va a funcionar, no quiero seguir por más tiempo.

-Creo que te amo, Dawn -dije.

-Mira -dijo ella-. ¡Marty está abrazando a Ruthie!

-¿Crees que van a hacerlo?

-No sé. Parecen excitados.

Dawn cogió a Anna y la metió en la pequeña jaula.

-¡Déjenme salir! ¡Los mataré a los dos! ¡Déjenme salir! -gritaba.

George gimió desde el interior del pañuelo sobre el mantel. Marty le había quitado las bragas a Ruthie. Yo me atraje a Dawn. Era joven, bella e inteligente. Podía volver a estar enamorado. Era posible. Nos besamos. Me sumergí en sus grandes ojos marrones. Entonces me levanté y eché a correr. Sabía dónde estaba. Una cucaracha y un águila hacían el amor. El tiempo era un bobo con un banjo. Seguía corriendo. Su larga cabellera me caía por la cara.


-¡Mataré a todo el mundo! -gritaba la pequeña Anna. Se agitaba sacudiendo su jaula de alambre a las tres de la madrugada.


Hasta la próxima 

Carivano 






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