Francesco Petrarca





(Arezzo, actual Italia, 1304 - Arqua, id., 1374) Poeta y humanista italiano. Durante su niñez y su primera adolescencia residió en distintas ciudades italianas y francesas, debido a las persecuciones políticas de que fue objeto su padre, adherido al partido negro güelfo. Cursó estudios de leyes en Carpentras, Montpellier, Bolonia y Aviñón, si bien nunca consiguió graduarse.


Petrarca

Según relata en su autobiografía y en el Cancionero, el 6 de abril de 1327 vio en la iglesia de Santa Clara de Aviñón a Laura, de quien se enamoró profundamente. Se han hecho numerosos intentos por establecer la identidad de Laura, e incluso sus contemporáneos llegaron a poner en duda su existencia, considerándola una creación para el juego literario. Petrarca defendió siempre, sin embargo, su existencia real, aunque sin revelar su identidad, lo que ha inducido a pensar que quizá se tratara de una mujer casada. Sí que está comprobado, en cambio, que mantuvo relaciones con otras mujeres y que dos de ellas, cuyos nombres se desconocen, le dieron dos hijos: Giovanni y Francesca.

La lectura de las Confesiones de Agustín de Hipona en 1333 lo sumió en la primera de las crisis religiosas que le habrían de acompañar toda la vida, y que a menudo se reflejan en su obra, al enfrentarse su apego por lo terreno a sus aspiraciones espirituales. Durante su estancia en Aviñón coincidió con Giacomo Colonna, amistad que le permitió entrar al servicio del cardenal Giovanni Colonna. Para este último realizó varios viajes por países europeos, que aprovechó para rescatar antiguos códices latinos de varias bibliotecas, como el Pro archia de Cicerón, obra de la que se tenían referencias pero que se consideraba perdida.

Con el fin de poder dedicarse en mayor medida a la literatura, intentó reducir sus misiones diplomáticas, y para ello consiguió una canonjía en Parma (1348) que le permitió disfrutar de beneficios eclesiásticos. Posteriormente se trasladó a Milán, donde estuvo al servicio de los Visconti (1353-1361), a Venecia (1362-1368) y a Padua, donde los Carrara le regalaron una villa en la cercana población de Arqua, en la cual transcurrieron sus últimos años.

La obra de Petrarca

Su producción puede dividirse en dos grupos: obras en latín y obras en lengua vulgar. Las primeras fueron las que le reportaron mayor éxito en vida, y en ellas cifraba Petrarca sus aspiraciones a la fama. Cabe destacar en este apartado el poema en hexámetros África (que dejó inacabado y en el que rescata el estilo de Tito Livio), las doce églogas que componen el Bucolicum carmen y la serie de biografías de personajes clásicos titulada De viris illustribus. Reflejo de sus inquietudes espirituales son los diálogos ficticios con San Agustín recogidos en el Secretum.






Petrarca logró en vida una importante fama como autor latino y humanista, tal como prueba su coronación en Roma como poeta, en 1341. Sin embargo, sus poemas en lengua vulgar recogidos en el Cancionero fueron los que habían de darle fama inmortal. Aunque Petrarca los llamaba nugae (pasatiempos), lo cierto es que nunca dejó de retocarlos y de preocuparse por su articulación en una obra conjunta, lo cual denota una voluntad de estilo que por otra parte resulta evidente en cada una de las composiciones, de técnica perfecta y que contribuyeron grandemente a revalorizar la lengua vulgar como lengua poética.


En la primera parte del Cancionero, las poesías reflejan la sensualidad y el tormento apasionado del poeta, mientras que, tras la muerte de Laura, acontecida según declara el poeta en 1348, su amor resulta sublimado en una adoración espiritual. Petrarca supo escapar a la retórica cortés del amor, transmitiendo un aliento más sincero a sus versos, sobre todo gracias a sus imágenes, de gran fuerza y originalidad. Su influencia se tradujo en la vasta corriente del petrarquismo.






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El humanismo y la literatura renacentista en Italia no se entenderían sin la figura de Petrarca. Gran conocedor de la tradición clásica, su utilización del soneto convirtió esta estrofa en la gran apuesta de muchos de los poetas posteriores. Su influencia fue notable en autores del Siglo de Oro español como Garcilaso de la Vega o Quevedo.

Francesco Petrarca es la gran figura de la poesía italiana del siglo XIV. Su “Cancionero”, escrito en italiano en un momento en el que la lengua de la cultura era el latín, obtuvo notable éxito y difusión en su época, así como gran influencia en los dos siglos posteriores.

Petrarca había nacido en la ciudad de Arezzo en 1304, aunque su familia se trasladó a Aviñón cuando él todavía era muy pequeño. Inició sus estudios universitarios en Bolonia hasta que se vio obligado a interrumpirlos tras la muerte de su padre. Regresó a Aviñón e inició sus votos eclesiásticos. En tiempos de mecenas, obtuvo la protección de la familia Visconti y, en uno de sus múltiples viajes, conoció a Giovanni Boccacio quien influiría notablemente en sus ideas.

En 1327 se cree que vio por primera a vez a Laura, la mujer idealizada por el poeta y que sería fuente de inspiración en su obra más famosa. El Cancionero narra el enamoramiento del poeta de su musa, Laura, desde que la conoce hasta después de la muerte de ésta. Un total de 366 fragmentos que escribió a lo largo de su vida, en su mayoría sonetos, dividido en dos partes, en vida de Laura y los escritos después de su muerte.

En el Cancionero, Petrarca utiliza la lengua toscana en vez del latín, cosa que no era lo habitual en la lírica de la época. Formalmente, destaca por el uso del verso endecasílabo y la perfección que alcanzan sus sonetos.

En lo que respecta a los temas, la idealización de la amada y del sentimiento amoroso, son el eje de la obra, así como de la existencia del enamorado. El amor inspirador, el amor puro que representa la virtud, la belleza.

De hecho, se ensalza la belleza física como representación de la perfección moral de esa amada inalcanzable y distante. De Laura conocemos sobre todos sus ojos, su mirada, y su pelo dorado, a los que dedica numerosos versos.

 “Fue el día en que del sol palidecieron
los rayos, de su autor compadecido,
cuando, hallándome yo desprevenido,
vuestros ojos, señora, me prendieron.”  (III)

“Cuando Amor su mirada al suelo inclina...” (CLXVII)
“Tal temo de esos ojos el asalto,” (XXXIX)
“Los ojos, que me hirieron de manera
que sólo ellos podrían sanar la llaga...” (LXXV)
“Era el cabello al aura desatado
que en mil nudos de oro entretejía...” (XC)
“aura, que el pelo aquel crespo y dorado
mueves, y de él movida eres a coro...” (CCXXVII)


Las diversas estrofas están plagadas de referencias clásicas de la Antigüedad de las que Petrarca, como buen humanista, era gran conocedor. También son constantes los elementos bucólicos, reflejo de esa búsqueda de la perfección en la naturaleza.

 Paradójicamente, al final del Cancionero se refleja cierta decepción por el tiempo y el esfuerzo dedicado al ideal amoroso (CCCLXIV):

 ” Mi vida, ya cansado, ahora reprendo
por tanto, error, que casi ya ha apagado
la luz de la virtud; y en este estado
a Ti, mi Dios, devoto me encomiendo;
contrito de mis mal gastados años
que yo debí emplear en mejor uso
en querer paz y en despreciar engaños.”



Petrarca escribió también en latín poemas entre los que destacan “Africa” dedicado a Escipión el Africano y otras obras como “Secretum” y “De vita solitaria”. Fue poeta laureado por el Senado de Roma y defensor de una Italia unida. Murió en 1374 en Padova. Su influencia fue muy destacada en poetas del Siglo de Oro español como Lope de Vega y el propio Quevedo. En las letras valencianas, Ausiàs March contribuyó enormemente a la difusión del petrarquismo con su poesía amorosa.  




 Hasta la próxima


 Carivano

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