La palabra cultura hace
referencia no sólo al arte, la literatura el cine o la música, sino que también se refiere a las lenguas que hablamos, las costumbres y formas de pensar, o a
las creencias religiosas. A lo largo de los siglos las sociedades humanas han
desarrollado una gran diversidad de culturas, así conocemos la cultura egipcia,
la griega, la china, etc.
Las lenguas, las
tradiciones, los modos de pensar y las religiones no son iguales en todos los
lugares. Cada país o región tiene una
lengua, unos valores sociales y morales determinados, una religión. Un ejemplo
de la diversidad son las lenguas que se hablan en el mundo.
En el mundo actual, gracias
a los medios de comunicación, a los movimientos de la población (emigración e
inmigración; el turismo) las culturas se difunden por todo el mundo,
facilitando el intercambio, y el conocimiento, de costumbres, de lenguas, de avances
científicos, etc.
Pero los intercambios en
este terreno también son desiguales. La cultura de los países más ricos
(especialmente los occidentales y en concreto Estados Unidos) dispone de medios
de difusión mucho más potentes que la de los países pobres. En este contexto
algunos pueblos temen perder sus tradiciones, su cultura y su forma de vida,
generando, en algunos casos, un rechazo a la nueva cultura que viene de
Occidente.
LOS MASAIS.
EL HISTÓRICO PUEBLO AFRICANO
Son un histórico pueblo de pintorescos supervivientes de
una época remota, con una cultura propia de los que hoy solo quedan algo menos
de 1 millón de personas en sus
territorio de las llanuras del Gran Valle del Rift entre Kenia y Tanzania.
Hablan el maa, una lengua oriental,
aunque las nuevas generaciones hablan inglés y suajili.
La mayoría de los
masais mantienen su religión tradicional animista en torno a creencias
místicas, algunos conocen el
cristianismo. Su vida es prácticamente igual a la que durante siglos
llevaron sus antepasados, sin importarle el correr del tiempo, su existencia se
rige por la salida y la puesta del Sol, y el cambio de las estaciones.
Los masais desde generaciones son pastores que se
trasladan con grandes zancadas y recorren largas distancias en busca de pastos
verdes y agua para el ganado, que se mezcla con las manadas de ñúes, cebras,
jirafas y demás animales que deambulan por las llanuras de la sabana.
Su vida,
economía y cultura tradicional están en relación con el cuidado del ganado:
vacuno, cabras, ovejas. No son agricultores porque su permanente desplazamiento
de nómadas se lo impiden, si bien recogen algunas de las plantas que en su
caminar encuentran guiando los ganados.
Los masai creen que les pertenece todo el ganado de la
Tierra, creencia que surge de un mito de la creación, Dios tenía tres hijos, a
cada uno de los cuales obsequió con un regalo. El primero recibió una flecha
para cazar; el segundo, una azada con la que arar, y el tercero, un cayado para
guiar al rebaño.
Fue este último, según la tradición, quien se convirtió en el
padre de los masai. Las vacas son sagradas, y por tanto lo son su tierra y
todos los otros elementos concernientes a su ganado. El ganado provee de todas
las necesidades a los masais: leche, yogur, sangre y carne para su dieta y
cuero y pieles para su ropa.
En la comunidad masai, la importancia y posición social
de un hombre se mide por la cantidad de animales e hijos que posee. De hecho, a
un hombre que cuente con menos de 50 cabezas de ganado se le considera pobre.
Con la ayuda de sus numerosos hijos y esposas, el masai espera llegar a
acumular un gran rebaño que puede llegar a alcanzar los 1.000 ejemplares.
Las
familias sienten cariño por sus animales y llegan a estar tan unidas a ellos,
que conocen bien sus mugidos y el carácter de de cada uno. Marcan el ganado con
largas líneas curvas e intrincados dibujos que realzan su belleza. En sus
canciones describen la hermosura de ciertos miembros del rebaño y el afecto que
les tienen. Los toros de grandes cuernos curvos son muy apreciados.
Esbeltos y de bellas facciones, los masai son un pueblo
bien parecido. Su holgada indumentaria es de telas atractivas teñidas de vivos
tonos rojizos y azulados envuelven sus ágiles cuerpos.
Las mujeres suelen
adornarse con cintas del pelo y con grandes collares de cuentas, en ocasiones
se ciñen los brazos con gruesos brazaletes de cobre. Hombres y mujeres
acostumbran alargarse los lóbulos de las orejas colgándose pesados pendientes y
ornamentos de cuentas. También es habitual que decoren artísticamente sus
cuerpos con una mezcla de sebo de vaca y ocre, mineral rojo que trituran hasta
convertirlo en polvo fino.
En sus desplazamientos itinerantes instalan asentamientos
provisionales llamados manyattas, chozas hechas de ramas y rodeadas por
empalizadas para encerrar los ganados y evitar su huida, el robo y el ataque de
depredadores, como leones, hienas, y leopardos.
Las chozas se construyen con
adobes preparados con excrementos de vacas, paja de mijo y barro, el interior
esta liso y ahumado, tienen unos pequeños tragaluces para renovación de aire,
la construcción de viviendas constituye una tarea femenina tradicional.
La supervivencia de este pueblo depende de la salud de
sus animales, rara vez matan al ganado para alimentarse, si festividades y acontecimientos alguna oveja o
cabra. De los animales aprovechan todo, los cuernos se emplean como
recipientes; las pezuñas y los huesos hacen adornos, y curten la piel para confeccionar
calzado, ropa, coberturas para dormir y cuerdas.
Las vacas son sagradas, y por
tanto lo son su tierra y todos los otros elementos concernientes a su ganado.
El ganado provee de todas las necesidades a los masais: leche, sangre y carne
para su dieta y cuero y pieles para su ropa.
Las danzas, se hacen en la noche a la luz de la hoguera,
se preparan en círculo y las mujeres comienzan a moverse cadenciosamente. Al
intensificarse el ritmo, los pesados collares de cuentas de las muchachas
golpean sus hombros al compás de la danza.
Después de uno en uno, los guerreros
masai se sitúan en el centro y dan unos espectaculares saltos verticales.
Pueden seguir bailando hasta que queden exhaustos.
Su vida cultural está llena de celebraciones. La versión
masai de los grupos de edad consta de infancia, guerrero menor (moran),
guerrero mayor, adulto menor y adulto mayor.
Cada generación de hombres
constituye un grupo que pasa sucesivamente por cada grado de edad. Tras la
circuncisión, los chicos se convierten en guerreros menores. Al crecer, los
jóvenes aprenden las costumbres y ceremonias que marcarán el paso de la
infancia a la madurez, como los rituales de enfermedad, mala suerte, matrimonio
y muerte.
Los masai creen que si no siguen tales ceremonias, incurrirán en
maldiciones. Los muchachos, a medida que crecen, se va estrechando su relación
con los varones de su generación, una relación para toda la vida. Juntos
dejarán de ser jóvenes inexpertos y se convertirán en guerreros que asumirán
las tareas de proteger la casa, velar por el suministro de agua de la comunidad
y defender el rebaño de animales salvajes y ladrones.
Famosos por su valentía,
siempre van acompañados de su lanza. Los padres instruyen a sus hijos el
conocimiento de las medicinas tradicionales y les enseñan los rituales y
tradiciones masai, que abarcan todo aspecto de su existencia.
Durante esta etapa los “moran” aprenden las tradiciones y
se ejercitan en la fuerza y el valor. Para los masai éstas son cualidades muy
importantes. El guerrero que logre matar a un león con su lanza, lucirá la
melena del animal y será respetado. Hoy en día, además de la caza, se encargan
de las tareas más duras del pastoreo, aunque algunos regresan a las escuelas
tras la circuncisión.
Cuando tienen unos 30 años, los guerreros entran en la
última fase de su transición a la madurez. Otro rito muy importante en la vida
masai es la ceremonia a la edad adulta.
Todo el grupo de edad dejará de ser
guerrero, para adquirir responsabilidades en la vida social del poblado. Para esta
ceremonia llamada Eunoto, los guerreros pintan sus rostros con pintura rojiza,
símbolo de la ferocidad del guerrero.
Dejan sus lanzas y sólo van armados con
largos palos. Se sacrifica algún buey en un recinto rodeado por las chozas que
han construido las madres de los guerreros y se celebran festivas danzas. La
celebración llega a su momento más importante cuando las madres se disponen a
cortar el cabello de sus hijos.
Este hecho simboliza que abandonan la condición
de guerreros y que el vínculo materno se rompe para comenzar una nueva vida,
tras lo cual un anciano les otorgará el primer consejo de adultos: “Ahora que
eres un adulto, arroja tus armas y en su lugar emplea la cabeza y la sabiduría”
Ya iniciado en adulto se les permite se elegir una o varias
esposas y aumentar su rebaño. Es posible que los padres concierten el
matrimonio de su hija mientras es una niña con un hombre que tenga ganado
suficiente para satisfacer la dote exigida por el padre.
Por lo general, el
elegido es mucho mayor que ella y tiene ya varias esposas. A los Masai no se
les permite cortejar a mujeres cuando ellas no han realizado los rituales de
iniciación, cuando se acercan a mujeres desconocidas, lo averiguan preguntando
directamente, sin importarles la edad.
Antiguamente los masai fueron considerados los guerreros
más temibles del continente africano por su agresividad, bravos cuya crueldad
aterrorizó a los pueblos limítrofes.
En épocas pasadas para que contraer
matrimonio debía obsequiar en la petición a su futura esposa los testículos de
un enemigo, que ella debía colgarse alrededor del cuello o usar para adornar su
choza. Cuando un hombre moría se colocaban piedras frente a su monumento que
simbolizan la cantidad de hombres que habían eliminado.