Llega un momento en que uno
no sabe qué decir. La opinión se vuelve arena entre las manos, aire sin sonido
en la boca. La opinión, que ya de por sí es arena y aire.
Ahora estoy en ese
momento. Quisiera tener la verdad, quisiera saber lo que hay que hacer y
decírselo a la gente por todas las redes sociales. Quisiera sí tener la
inteligencia de dar consejos, de dar pautas estratégicas para la protesta, de
reclamar, de encolerizarme contra los que no piensan como yo, aunque también
sean de oposición.
Me dan envidia todos
aquellos que saben lo que hay que hacer. De verdad, lo digo en serio. Estoy más
que seguro que a mí nunca me vendrá un periodista especialista en política a
pedirme una muy seria entrevista política para preguntarme por mis claras
convicciones políticas.
Algunos de esos entrevistados con claras convicciones,
por cierto, alguna vez fueron alegres celebradores del chavismo. Claro, todo el
mundo tiene derecho a cambiar de parecer, y por eso hoy están en la esquina
contraria. Bien por ellos.
Pero creo recordar que alguna vez, estando en el
chavismo, esos preclaros pensadores tuvieron las mismas fuertes convicciones
que tienen hoy en día, y las expresan en entrevistas muy serias. No es que no
tengan derecho, pero yo, lo que soy yo, los leo con cuidado.
Por mi parte, me mantengo,
sin embargo, firme en mi idea: esta oligarquía que se hace llamar
revolucionaria tiene que irse. De resto, soy absolutamente ignorante con
respecto al futuro y las formas del futuro.
Soy apenas un testigo que escribe
algunas historias o que esboza algunas ideas en ensayos fallidos. Siento cosas
que duelen, y las escribo; veo cosas que me indignan y también las escribo.
Aquí las pongo, las retrato. Al verlas y retratarlas, sólo me hago preguntas.
¿Acaso no hemos aprendido nada? Ésta es una de esas preguntas.
¿Acaso no hemos aprendido
nada?
Disculpen, sí, que hoy sea
un aguafiestas.
II
Vuelo Caracas-Miami. En
cierto momento, los pasajeros ven pasar a una aeromoza con una bandeja y sobre
la bandeja lo que parecen ser unos refrescos… o quizás… unos tragos de Cuba
Libre. Alguien pregunta, la aeromoza responde:
—¡Sí, es roncito con
Coca-Cola, claro que sí!
Se forma un bullicio. Acá y
allá, a gritos, la gente empieza a reclamar su «traguito».
—¿Y pa´mí no hay?
—¿Y pa´mí? ¡Yo también quiero
mi trago!
—¡Epa, mira, no te olvides
de mí!
—¡Yo me anoto con un cubita
libre!
—¡Venezuela libre, dirás!
¡Que hace falta más bien!
La aeromoza, sonriente, dice
que sí, que cómo no, y va y al rato regresa con la bandeja llena de nuevos
tragos. La gente comienza a pegar gritos, se abalanzan sobre la bandeja.
—¡El mío, el mío…!
—¡No, yo pedí, primero!
—¡No, yo primero!
La aeromoza vuelve a
retirarse y rápidamente está en el pasillo con su bandeja repleta de nuevos
tragos.
Otra vez el escándalo, otra vez todos de pie, otra vez las manos
peligrosamente sobre la bandeja.
Por fin, los que se han dado por satisfechos,
allí de pie, señoras y señores de buen ver, venezolanos todos, y a voz en
cuello, forman una enorme algarabía y comienzan a brindar y a soltar descomunales
carcajadas. Una de las señoras le dice a otra que tiene al lado:
—¡Porque algún día Venezuela
vuelva a ser libre!
Brindan.
No, no son los tiempos del
«tabarato».
Es 21 de abril de 2017.
III
En alguna parte de Miami, se
alza una gritería en alguna de las secciones de un Walmart. ¿A qué se debe?
Sigue el escándalo. Carcajadas. ¡Ah, nada grave si son carcajadas! De pronto,
en uno de los pasillos principales, aparece un grupo de jóvenes venezolanos.
Uno de ellos va echadote dentro del carrito de mercado. Dos niñas lo empujan y
él va hablando en voz alta a otro que va más adelante:
—¡Epa, Luis, por acá está el
papel tualé, chamo! ¡Aprovecha, mi pana, que en este país sí nos podemos gastar
todo el papel que queramos limpiándonos el rabo!
—¡Sí, mi pana, todo se lo
debemos a tu Revolución!
—¡Será la tuya, marico!
Más risas, más escándalo.
¿Fecha? 23 de abril de 2017.
IV
¿Acaso no hemos aprendido
nada? Es la única pregunta que me hago. ¿O no hay relación alguna entre las dos
estampas anteriores y lo que podríamos pensar que ha aprendido el venezolano de
todo este doloroso proceso de desintegración social, moral, cultural, política
y económica? ¿O será que está bien y soy yo que veo en cualquier detalle tonto
un mal? ¿Será que es chévere que las cosas sean así?
¡Somos alegres! ¿O será
que donde estemos (Miami, Lima, Panamá, Madrid, da igual) nos hacemos notar por
nuestro buen humor, y eso es todo, no te des mala vida? ¿Será eso?
¿Será que somos la alegría del
mundo? ¿El escándalo feliz del mundo? ¿O acaso no hemos aprendido nada? Ya yo
no sé qué pensar, ya yo no sé qué decir. No tengo la inteligencia para hablar
de estrategias, para reclamarle nada a la MUD, para creer que vamos ganando o
perdiendo ni para responder con convicción arrolladora preguntas políticas en
serias entrevistas políticas. Hoy sólo tengo una pregunta…
¿Acaso no hemos aprendido
nada?
Disculpen sí, que sea hoy un
aguafiestas.
Fuente: Elestímulo
Hasta la próxima
Carivano