Cada umbral de Alejandro
Lanús es un puente a lo esencial. Sus aforismos son el néctar de la poesía.
Mario Benedetti
El aforismo -un género
difícil por su engañosa facilidad- requiere don poético y la lentitud de una
meditación que se parece mucho al añejamiento. Pero también es un discurso
impaciente por arribar a un cierre ingenioso o a una síntesis definitiva.
Todos estos rasgos están
presentes en los bellos textos de Alejandro Lanús. Sus aforismos conmueven
porque son heridas del pensar, pulsaciones de una verdad esquiva que nos pone
ante umbrales que se abren ante todas las direcciones. Pero ellas convergen
finalmente en un solo centro: el ahondamiento y la exploración de uno mismo.Víctor Massuh
Alejandro Lanús escritor y
poeta argentino
de estilo conciso y sentencioso nace en
la ciudad de Buenos Aires Argentina. Trabajó en diversas multinacionales destacándose
rápidamente en “Radio Mitre” una de las emisoras de radio más populares e
importantes de Argentina. Luego de realizar intensos viajes a oriente, decide
apartarse definitivamente del ámbito laboral para dedicarse exclusivamente a
escribir. Para ello se refugia en la montaña, en la hermosa ciudad de San
Carlos de Bariloche (Rio Negro) donde vive durante cinco años. En el año 2007
se traslada a La Cumbre, otro hermoso pueblo de montaña en la Provincia de Córdoba, lugar en
el que reside actualmente. Tras un devastador incendio que arrasó toda su casa en
el año 2009, decide editar “Umbrales” una obra de aforismos y "astillas de
poesía" que representan el movimiento y el camino hacia las raíces del
idioma, con la más viva y sorprendente búsqueda de belleza. Sus aforismos
conmueven porque son heridas del pensar, pulsaciones de una verdad esquiva que
nos pone ante umbrales que se abren ante todas las direcciones. Pero ellas
convergen finalmente en un solo centro: el ahondamiento y la exploración de uno
mismo.
Sólo cultivan el aforismo
quienes han conocido el miedo en medio de las palabras, ese miedo a derrumbarse
con todas las palabras.
E.M. Ciorán
Extraído de "Silogismos de la amargura"
P.- Háblenos un poco de su infancia
R.- Tengo una infancia
algo borrosa. Desde niño tuve la sensación de que el recuerdo tenía algo de
muerte. Como si recordar, implícitamente, nos detuviera en el tiempo, sin
darnos la posibilidad de avanzar. Sé que era atrevido, intrépido y algo
rebelde, siempre estaba presto para ejecutar algún “plan maestro” que a
cualquier niño lo abatía de antemano. En mi adolescencia ya había acuñado un
montón de travesuras, mis amigos se encargaban de perpetuarlas. Cuando
escuchaba esas historias en bocas de otros sentía cierto fastidio, me invadía
una extraña sensación de quedar atrapado en el tiempo, enjaulado en un espacio.
El sentimiento de que recordar no era vivir para mí sino morir un poco, de que
la memoria marchitaba mi vida, hizo que fuera borrando infinidad de recuerdos
para no “morir” en ellos y vivir así nuevas experiencias.
R.- Todo sucedió sin darme
cuenta. En el colegio, cuando tenía 10 años, nos hacían leer tres libros
semanales y luego debíamos hacer una sinopsis. Esa deber descarado, obligarnos
a leer a la fuerza, incrementó mi rebeldía, al punto que encontré una técnica
infalible para engañar a mi maestra: antes de comenzar cada libro primero leía
el prólogo, seguía por la contratapa y, cuando había, examinaba el epílogo,
después, sigilosamente, leía el primer capítulo, el del medio y el último, con
esos elementos, y un poco de imaginación, eludía mis obligaciones; hasta que un
día tuve en mis manos “Mi planta de naranja lima”, hice lo propio, pero cuando
leí el primer capítulo me di cuenta de que yo era Zezé, no pude parar de leer
hasta llegar de un tirón al final. Ahí descubrí que cada vez que improvisaba un
resumen estaba creando y que la literatura no era mala para mí, sólo debía
saber cuál era el libro adecuado.
R.- Sólo a escribir, es
una manera de decir. La vida es más interesante para ser vivida que para ser
escrita. No obstante, me animé a ir unos pasos más adentro -en búsqueda de
algunos Umbrales- cuando descubrí que aquello que llamamos “carrera” es una
quimera; ahí comprendí que “lo dado” no era un camino factible para mí: la
búsqueda de lo insondable tenía más sentido que cualquier carrera personal.
P.- Me resulta casi
imposible no preguntarle ¿Por qué escribe Aforismos?
P.- Sin duda encontramos
en sus aforismos mucha madures y sensibilidad poética, una manera de desnudar
verdades, realidades a las que el ser humano no quiere enfrentarse, ¿Tal vez
sea una manera de llevarnos a la reflexión, al reencuentro con nosotros mismos?
R.- Lo más difícil es
abandonar el poema. Entender el absurdo: <que ya está listo, aunque
inacabado> pues el lector le dará un nuevo sentido, un giro inesperado.
R.- Mi primer poema lo
estoy escribiendo desde hace unos 20 años, siempre escribo el primer poema, no
hay dos poemas, tres poemas, diez, todos son primeros poemas. Hay una ligazón
en la totalidad de la obra, tal cual lo entendió Juárroz cuando titulaba: "Poesía
vertical".
P.- Cómo se siente en
relación a su obra
R.- Nunca estoy conforme,
las dudas son infinitas, las variantes, los caminos, el despojo es
interminable. A veces quisiera decir dos palabras o una y que el lector imagine
hacia donde voy. Una vez fui despojando tanto un aforismo, hasta que me quedé
con una sola palabra, que ni siquiera estaba en el aforismo.
P.- ¿Cómo nace “Umbrales”?, háblenos de su libro
R.- “Umbrales” no ha nacido aún, está emergiendo, lentamente... de seguro aguarda el momento en que parta: para ser sin mí.
R.- Lo celebro con mucha alegría. Que la gente esté dispuesta a pensar, a rumiar un pensamiento filosófico, poético, frenar en su frenesí cotidiano para meditar un poco, es un enorme paso. Como también es meritorio que las editoriales estén dispuestas a publicar este género tan particular y de pocos autores, habla muy bien de los españoles. Ahora, en este auge, hay que tener un poco de cautela, sobre todo los autores, crear un aforismo de cierto brillo es casi tan difícil como hacer un gran cuento, pero ¿cuántos cuentos extraordinarios puede hacer un escritor...? El género aforístico tiene una desventaja: algunos creen que es fácil, y esa subestimación da un cierto desparpajo al sentenciar; ahora, en el momento de sentenciar hay que ser muy certero y cómo sentirse tan diestro en expresiones que deberían ser verdades luminosas, a veces ignoradas racionalmente por el autor...
R.- Tal vez no hayamos
aprendido a compartir, a ser a través del otro, a entender que somos uno, que
no hay escisión entre uno y el universo, entre unos y otros: somos una
partícula flotando en el cosmos y también somos la piedra en la que tropezamos.
Tal vez no hayamos comprendido que no hay respuestas satisfactorias a nuestro
día a día, que estamos yendo por el
rumbo equivocado y lo ignoramos por completo. Nos quedamos impertérritos ante
una realidad que es espeluznante, que es excluyente y nociva -para nosotros y
para la Pacha Mama. Somos esclavos, mancebos de nuestra existencia, vamos a
trabajar sin saber por qué, para qué, para quién. Compramos cosas que no
necesitamos, pero las deseamos con vehemencia y hasta estamos dispuestos a
empeñar nuestras vidas para adquirirlas. Nos frustramos cuando no conquistamos
deseos foráneos –heredados a fuego. Somos el látigo en la mirada del otro y la
ramera de nuestros hábitos. Matamos a nuestros vecinos por una sonrisa, con una
sonrisa, después los saludamos como si nada pasara y celebramos la indolencia.
Somos ese ser trunco ignorado por nosotros mismos. Pero nada debe poner en
riesgo lo que “pensamos”, lo que entendemos que somos: somos el ejecutivo
“poderoso” rumbo a su oficina, el contador eficiente, el abogado “exitoso”, el
panadero, el empresario, el maquinista del tren, somos el auto que tenemos,
nuestra casa, lo que aparentamos con nuestra ropa, con nuestra educación, pero
eso sí! frente al espejo, no hay nadie, no somos nada, nos aterra lo
inconmensurable, nuestro ser pasa inadvertido, no nos perturba no saber quiénes
somos, qué hacemos acá, para qué vinimos. Representamos roles y nos los
creemos. ¿Qué no hemos aprendido? Me preguntaría si hemos aprendido algo.
P.- ¿Qué separa al
hombre de su aforismo “Pensar una utopía hasta plasmarla”?
R.- La estrechez de
conciencia. Utopía significa proyecto ideal pero de imposible realización.
Ahora, es curioso, pues para que haya un proyecto de tales magnitudes hubo un
pensamiento no lineal de alguien que se atrevió a vislumbrar algo mejor que lo
que venimos haciendo, aquello que “no está en ningún lugar” todavía. Si te
permitís vivenciar “Imagine” (de Lennon) y entender que es posible que
colectivamente vivamos esa experiencia del ser, que la podemos hacer real,
descubrirás que hay algo que nos impide vivir en un orgasmo de coexistencia,
amándonos unos a otros, respetándonos, tanto a nuestros pares como a las
plantas y al reino animal. Por ahora puede más el sistema, tal como ha sido
concebido, que plasmar nuestras propias utopías: tal vez las utopías existan
cuando -a través de los hechos- hagamos morir de existencias su definición. Un
ejemplo, una utopía no tan ambiciosa: todos sabemos que el petróleo contamina
el planeta, que podríamos desarrollar energía libre con imanes de neodimio
tanto como para los vehículos, motores, como para el consumo eléctrico libre de
polución para la tierra y de gastos económicos para el hombre, pero ¿hacemos
algo para torcer el devenir de la historia o los poderes ocultos pueden más que
nuestra tímida conciencia?
P.- ¿En qué o quién cree
Alejandro Lanús?
P.- Oriente, ¿qué
representa para usted esta parte del mundo?
R.- Más que esta, para mí,
es la otra parte del mundo, la parte añeja, misteriosa, espiritual, a veces
incomprendida por nosotros. Cómo comprender a un Lama en la montaña, desterrado
del Tibet, meditando, cantando insistentemente mantras, sin las pretensiones
occidentales de la vida, simplemente dejándose ser en el mantra, apartando los
pensamientos cada vez que aparecen, silenciando la mente, sin darle concesiones
al ego, vaciándose. Hay miles de años que nos distancian y una mirada más bien
hacia adentro que hacia afuera de donde aprender.
R.- Para nada, no es mi
hábitat, no creo en ella. La política es el maquillaje con el que se enmascaran
ciertos individuos para engañarte y quedarse con tus recursos. Sospecho que
alguna vez la política dejará de existir en el mundo, será cuando lleguemos a
un nivel de conciencia tal que nos permita vivir la ausencia de poder -será una
era espiritual.
P.- Los conflictos como el
de Israel y Palestina, ¿qué opinión le merecen?
R.- Son un espejo de los
diversos enfrentamientos -a lo largo de la historia- entre los seres humanos.
Es decir, una puja de intereses egoístas y materialistas es lo que lleva una y
otra vez al hombre a un enfrentamiento totalitario, amén de las épocas.
P.- ¿Qué opinión tiene de
la crisis económica que se vive actualmente en Europa?
R.- La crisis europea, que
es igual a la norteamericana, surge de un fruto que germina en las entrañas del
capitalismo: la mentira. Es una pena que pueblos enteros sean condenados al
abismo por el engaño del poder, que buscan custodiar los intereses de algunos,
casi nunca los de un pueblo. La política no representa el bienestar del hombre,
del planeta, representa intereses particulares; los “gobernantes”, en su
mayoría, son títeres de turno del poder que existe detrás del poder.
P.- Qué hace falta para
lograr la paz en el mundo ¿El despertar de la conciencia o cambiar el sistema
capitalista?
R.- Si el hombre no
encuentra paz en su interior jamás encontrará paz afuera, en esto que llamamos
mundo, la conciencia tiene que ser colectiva –vibrada por todos al unísono-
para que nos permita un cambio verdadero luego de milenios de enfrentamientos;
si bien, en este momento, la guerra es más sutil, más perversa, la colonización
es económica. Estamos lejos todavía, nos peleamos entre vecinos, en los
consorcios, entre amigos, entre hermanos, qué se puede esperar de la codicia de
los gobernantes. Antes de la guerra de Irak, millones de personas nos paramos
pacíficamente en las calles, a decir: No a la guerra! A su vez, la ONU se
pronunció alegando que no habían armas de destrucción masiva en Irak y sin
embargo no logramos nada, la guerra avanzó: la conciencia colectiva todavía es
tímida. Imaginá, si millones de personas no hemos podido parar una guerra
basada en la mentira, qué lejos estamos de superar al sistema capitalista, que
es la madre del individualismo, del uno sobre el otro, “del tú o yo”, como
decía Karl Kraus.
P.- Ud. dirige varias
páginas digitales con más de 50.000 seguidores ¿La red, qué significa para
usted, qué ha encontrado en ella?
R.- La posibilidad de
interactuar con gente afín en cualquier lugar del planeta, es una maravilla,
antes impensada para el hombre. Independientemente de si es escritor o no, se
puede lograr una reunión de afinidades en el plano que se te ocurra. Si
despertáramos y nos diéramos cuenta del poder que tenemos, muchísimas
atrocidades dejarían de existir en el mundo, simplemente por estar conectados
vibrando en la misma sintonía: utilizando la tecnología en nuestro favor, y no
al revés.
P.- Alejandro le agradezco
infinitamente el tiempo dedicado a esta entrevista, finalmente para despedirnos,
un mensaje
para todos sus seguidores
R.- Gracias a ti Carivano, y sí, quiero agradecer enormemente a cada uno de mis lectores por el
apoyo y el aliento que me han brindado en todo este tiempo. Acabo de iniciar
una nueva página, los invito a sumarse:
https://www.facebook.com/AlejandroLanusPoeta
Alejandro Lanús Fragmentos
Siempre quise ser
astronauta, desde muy pequeño.
Por desgracia uno va
olvidando las cosas de niño.
Sin ahondar mucho en los
motivos de mi primer sueño,
hoy me pregunto:
¿por qué abandoné tan
tempranamente
mi deseo de salir de la
faz de la tierra?
*
¿Qué experimentará un juez
cuando dictamina sus sentencias?
¿Ustedes qué creen?
Sentirá equidad,
imparcialidad,
ecuanimidad, compasión,
buena fe…
Vamos! No mediten demasiado,
hagan como los jueces.
*
La palabra quisiera abarcarlo todo.
Pero lo único que logra
son amagues,
intentos fallidos de
atrapar una realidad
que el mismo hombre no
comprende.
*
Lo curioso de los seres humanos es que nos
movemos
por intereses que
torpemente ocultamos detrás
de educación, formalismos,
cortesía, buenas intenciones, etc.
Lo cierto es que todos
jugamos el juego
de la hipocresía de una
manera tan elegante,
que me resulta incómodo
evidenciarlo.
*
Hay que escribir grandes
volúmenes
para comprender que se
hubiera podido
prescindir de casi todo.
*
Situados, sitiados, encarcelados en ideas
atrasadas,
perdidas, atascadas de
generación en generación.
*
Delante de todo ser hay un
muro
que penetra el universo,
pero cuando extiendes tu
mano lo disipas.
*
Son las ideas de la niñez,
casi siempre altruistas,
las primeras cosas que
perdemos
en esta nube de olvido.
*
Adoro los Haikus (Sólo los
japoneses).
Pues encierran mucho en
poco y casi nadie los entiende,
sobre todo los
occidentales que los escriben.
Es como un “acertijo” de
hombres meditativos,
contemplativos, más de uno
iluminado,
“dirigido” a hombres de
perorata.
Un “espejismo elegante”
para tontos bien formados.
*
Nuestro espanto es tal
que queremos definirlo
todo.
*
Muchas reformas o
revoluciones embanderaban
la libertad y la igualdad
social como ideales,
pero todas sucumbieron
ante la propia debilidad
del ser humano -que es
antagónica a sus ideales.
El hombre no conoce la
libertad ni la igualdad,
sin embargo está dispuesto
a morir
y hacer que otros mueran
por ellas.
Quizá el hombre busque
inconscientemente el poder,
creyendo que cuando lo
consiga, podrá cambiar las cosas,
pero sin percibir que el
poder lo transformará a éste
apenas lo alcance.
Conoce mucho más del
escritor y poeta Alejandro Lanús en sus espacios:
Asombrosa madurez, fina
sensibilidad, hay en estos aforismos de Alejandro Lanús. Más allá de las breves
pero hondas verdades que en su mejor expresión ofrece el género, Umbrales
conmueve por su visión poética y un lenguaje inspirado, siempre acorde con cada
uno de sus temas.
Vlady Kociancich
El género aforístico es
tan difícil como peligroso. Alejandro Lanús, sin amilanarse, optó por aquello
que recomendaba Melville en el sentido de que para escribir un gran libro es
preciso tener un gran tema; diría, en este caso, un gran género, una vertiente
literaria y filosófica ambiciosa.
Y salió vencedor, sin caer
en el facilismo y la obviedad que tantas veces menoscaban y abaratan el
aforismo, convirtiéndolo en una suerte de frase hecha, de énfasis seudo poético
y seudo filosófico. Este libro vale tanto por su escritura, pulcra, elegante,
sobria, conmovedoramente genuina, como por su osadía. Porque el intento de
Lanús no resulta servil: no pasa por seducir al lector entregándole lo que ya
espera sino al revés: lo interpela, lo inquieta, lo molesta a la manera del
tábano de Sócrates. Y el lector termina advirtiendo que salió ganando con lo
imprevisto, enriqueciéndose con nuevas tomas de conciencia, compartiendo esa
fascinación de no dar nada por obvio y adentrándose en las grandes cuestiones
de la vida y de la muerte, de la soledad y de Dios.
Fernando Sánchez Sorondo
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